lunes, 3 de noviembre de 2008

1ro. DE NOVIEMBRE : DÍA DE LOS DIFUNTOS

EL ALTO
Por Pedro Moran.-
Cada año, el primer día de noviembre se cubre de un manto muy especial el calor de muchos hogares. Se recuerda al ser querido, aquel cuya vida se extinguió en algún instante de su existencia y que se marchó para siempre, dejando nostalgia, amargura y dolor. Quien no habrá sentido en carne propia, cuando su padre, su madre, algún hermano, hijo, hija o amigo en especial, dejó de existir por esas cosas del destino. Nacer, crecer, reproducirte y morir, es la ley de la vida, es la ley de lo incontrastable, y hay que resignarse para dar paso a lo que manda y establece la voluntad del Señor Todopoderoso.
Pero la muerte llega muchas veces de manera implacable e imprevisiblemente cuando nadie la necesita. Va y viene por el mundo, se detiene, hace daño, marchita la vida, la hiere vilmente, se ensaña y se lleva al ser humano. Con él, se va su recuerdo y su memoria. Así, es la vida, así hay que decirlo, el que fallece sólo nos lleva la delantera y no hay más que resignarse.
Es por ello, que en esta ocasión, al evocar la triste imagen de una partida al más allá del que se fue al mundo de los muertos, nos hace exteriorizar un cúmulo de sentimientos, y en este fecha tan especial, día de los difuntos, que tenemos cómo obligación asistir al camposanto, formando parte de una masa humana, que va porque cree encontrar en esta visita, una dosis de felicidad en el encuentro subliminal con el se querido, llevando ramilletes y coronas de flores en mano, buscando la tumba del ser querido, desempolvando la cruz, buscando su nombre. Se observa sí el lugar perfecto, y sí lo es, en instantes viene a la memoria su recuerdo, después se trata con fervientes pleitesías la ocasión, allí en el entorno donde perdura el cuerpo inerte del ser querido, bajo tierra, bajo escombros, en los dichos de los camposantos, allí donde yacen sus restos eternamente, mientras su alma voló a algún lugar del infinito en el momento de su partida.
Y es que el camposanto, este rincón sepulcral de la tierra, terciopelo del recuerdo que constituye un condominio entristecido de cuerpos que yacen inertes, nos confunde en un sentimiento incomparable, pues viene a la mente el recuerdo de sus últimos segundos de vida del ser querido, de quien luego de languidecer, expiró para siempre. Encontramos en el camposanto, nichos que detallan atrayente figura, se aprecia una inmensa cantidad de cruces esparcidas que se entrelazan unas a otras, igual se aprecia algunas construcciones de material noble, que constituyen un depositario especial de nuestros seres queridos. Todo es recuerdo.
Este es el espectáculo rutilante, que ofrece esta área extendida de grandes recuerdos, hoy en actitud silenciosa cómo mudo testigo de un impresionante caudal de lágrimas que muchos derramaron, y se logra trasmitir melancolía y dolor por el recuerdo del ser querido que se fue para siempre. Es el día de los difuntos y hay que recordar al ser querido.

No hay comentarios: